Guerra. Historias de Ucrania

Los ucranianos cuentan cómo viven durante la guerra

«Mientras corríamos al refugio, vimos una explosión», Aliona, Zaporizhia — Lviv

por | 9 marzo 2022 | Guerra. Historias de Ucrania, Zaporizhia

 

Illustrated by Katia Didyk

Aliona, su esposo y su hija Eva son de Zaporizhia. En el tiempo de paz ella era promotora de ventas, se dedicaba a la promoción comercial. Por asuntos de trabajo cada día visitaba varios negocios, se comunicaba mucho con la gente.  Aliona no creía que una guerra así pudiera estallar en el siglo 21.

En Zaporizhia, había alarmas aéreas de día y de noche. Sonaban explosiones. En las calles fueron instalados puestos de control. “Hubo explosiones en Verkhnia Khortytsia (una zona en Zaporizhia), algo detonaba, lo oíamos y nos daba miedo. Una vez cuando estábamos en la calle, oímos la sirena. Mientras corríamos al refugio, vimos una explosión”, – recuerda la mujer. Desde el inicio de la guerra su familia todos los días bajaba al refugio antiaéreo instalado en la escuela. A veces esperaban el fin del bombardeo quedándose en casa.

Aliona y su hija Eva se fueron de Zaporizhia al séptimo día de la guerra. Así insistió su esposo preocupado por la seguridad de su hija. También la familia temía que pudieran cerrar o volar los puentes sobre el río Dnipro. Pues para abandonar la ciudad Aliona tuvo que cruzar dos puentes. 

«Queríamos quedarnos, queríamos estar con toda la familia, con los padres. Sin embargo, mi esposo nos mandó a Lviv que es un lugar más seguro”, – explica Aliona.

«Por supuesto, me duele el corazón por el marido, por los parientes, por la ciudad. Pero la hija no podía reposar en Zaporizhia, pero necesita relajarse, aunque sea un poco. Solo tiene ocho años, es alumna de segundo grado”. 

Por el camino hacia la estación de ferrocarril Aliona y su hija tuvieron que esperar en atascos durante mucho tiempo, preocupándose por si hubiera un tren de evacuación. En la estación había muchas personas como ellas. Al principio pensaban ir a Kryvyi Rig, pero el tren estaba repleto y fueron redirigidos a otro: Zaporizhia – Lviv. Viajaron unas 24 horas.

Ahora Aliona y su hija están en un asilo organizado por los voluntarios en el club deportivo de Lviv. Allí, por primera vez desde que comenzó la guerra, la mujer ha podido sentirse fuera del peligro y dormir normalmente.

Trajeron consigo solo una bolsa pequeña y una mochila con documentos y alguna ropa. Una amiga que había venido aquí antes con tres niños suyos les ayudó a encontrar el asilo. Hoy un día corriente de Aliona y su hija Eva se ve así: permanecen en el asilo, hacen contacto con otros refugiados, salen a caminar un poco. 

El marido de Aliona se dedica al voluntariado en Zaporizhia y ayuda a arreglar el hospital para que sea más seguro durante las hostilidades. Los voluntarios pegan cinta adhesiva a los vidrios y llenan los sacos con arena para cerrar los pasillos. 

Alona no hace planes y no sabe adónde irá después. La presencia de la hija le ayuda a aguantar la situación. La mujer confiesa: «Me he ido solo por el bien de la hija, para que se sienta tranquila y que no vea todo esto, no escuche constantemente la alarma aérea. De no ser así, me habría quedado. Zaporizhia es mi ciudad natal, mi casa».

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