Guerra. Historias de Ucrania

Los ucranianos cuentan cómo viven durante la guerra

«Yo sangrando estuve desenterrando a mis hijas de debajo de los escombros», Yuliia Matviyenko, 33 años, Cherniguiv

por | 22 marzo 2022 | Chernihiv, Guerra. Historias de Ucrania

Illustrated by Oleksandra Fedarkova

La mujer joven cubierta de sangre con su niña pequeña en las manos – esta foto de Yuliia Matviyenko de 33 años de la ciudad de Cherniguiv se difundió en un instante entre las redes sociales. 

Bajo las ventanas de su apartamento en el edificio de paneles de hormigón en el centro de la ciudad se ve ahora un cráter enorme de la bomba aérea rusa. Yuliia recuerda bien la explosión y cómo su apartamento en el segundo piso empezó a desplomarse sobre ella y sus hijas. En aquel momento estaba yendo a la cocina, mientras sus tres hijas de 14 meses, 4 y 7 años estaban sentadas en la manta en el pasillo, el lugar más seguro con dos paredes de entramado portante.

«Todo caía y se derrumbaba a nuestro alrededor. Las niñas quedaron sepultadas, me eché a desenterrarlas, salimos a la calle, – recuerda Yuliia. No comprendía nada, no sentía nada, ni siquiera dolor a pesar de sangrar mucho. Era horrible».

El marido de Yuliia es militar. Cuando Rusia empezó la invasión le telefoneó y pidió que se desplazara con las hijas a la casa de su suegra en las afueras de la ciudad. Dijo que el futuro era confuso y en la casa de campo al menos no faltaría agua, comida y el apoyo familiar. Yuliia junto con las hijas estuvo allí una semana. Durante los bombardeos se refugiaban en el sótano de los vecinos.

«En 2014 ya vivimos todo esto en Severodonetsk de la región de Lugansk. El cañoneo, el rugido de aviones que lanzaban bombas, refugios antiaéreos y sótanos fríos sin agua ni electricidad, ni comida, ni comunicación – todo este horror. Pero lo que vivimos ahora es cien veces peor».

Cuando las tropas rusas se acercaron a las afueras de la ciudad Yuliia decidió volver a Cherniguiv, a su casa. Le daba que allí se sentirían más protegidas. Dentro de dos horas tras volver cayó la bomba sobre su casa.

«Al cabo de un día mi marido fue a ver nuestra casa y grabó el vídeo. Nuestro segundo piso, nuestras ventanas, el balcón – todo era una ruina. El 80% de nuestro apartamento estaba destruido. Los trozos de cristal por todas partes, todas las cosas completamente estropeadas.»

Los militares llevaron a la familia al hospital infantil. Afortunadamente las hijas quedaron sanas y salvas. Su tía las acogió en su casa. Yuliia sufrió un trauma craneoencefálico y contusión del cerebro, perdió mucha sangre. Le suturaron cara, oreja, un corte grande en el brazo. La desplazaron para continuar el tratamiento en el hospital central. 

El mismo día los proyectiles rusos escogieron otro blanco. Fue el colegio. A los que sobrevivieron la masacre los internaron en el mismo hospital donde estaba Yuliia.

« Las caras de las chicas tenían múltiples suturas, los ojos no veían. Algunas necesitaban cambiar el cristalino,  otros requerían extirpación del ojo, tenían un montón de traumas y lesiones diversas,  cuenta Yuliia. – Ellas creían que estarían más protegidas en el sótano del colegio. Pero éste fue completamente derribado».

Para recuperarse Yuliia tendría que estar en el hospital dos o tres semanas. Pero le dieron de alta  al cabo de 7 días por falta de camas para tantos heridos. Luego vivieron un tiempo en casa de su cuñada, la hermana de su esposo. Sin comunicación, sin agua, sin gas ni luz eléctrica. Después su marido logró llevarla con las hijas a la región de Leópolis. Las pocas cosas que Yuliia pudo llevar consigo eran los documentos y el teléfono.

« Las atrocidades cometidas en Cherniguiv fueron escalofriantes. Bombardearon el hospital donde yo estaba. Fusilaron gente que hacía cola para comprar pan. Era estremecedor. Mi hija menor se echaba a llorar y a gritar cuando escuchaba las explosiones (había una vez cuando nos echaron del sótano por eso). Ahora está mejor, normalita, tal vez no se acuerde. Pero las mayores están muy asustadas y siguen teniendo miedo. Aun ahora».

Mientras hablamos con Yuliia oigo a la mayor, Nica, pedir a su mamá que cierre las cortinas. «Está acostumbrada al apagón de ventanas», – explica Yuliia. Nica tiene miedo de todo. Teme el ruido de vehículos que pasan por delante de la casa – enseguida se esconde corriendo. Teme pasear por la calle – dentro de 5 minutos ruega a su madre volver a casa y se echa a llorar. Teme dormir en la cama – se acuesta en la alfombra en el pasillo. Se despierta llorando por la noche. Cada día Yuliia le explica que ya están fuera del peligro. Ella no tiene la opinión firme de lo qué tiene que hacer. Dice que igual le da miedo vivir con alarmas aéreas, así como refugiarse en el extranjero.

«Yo perdí todo lo que tenía. A pesar de la sutura mal hecha en la oreja y cicatrices en la cara tengo el presentimiento de que todo esté bien. Ya estoy más tranquila y tengo fe en un mejor futuro. No sé porqué estoy tan positiva de ánimo», – dice Yuliia. A veces la incertidumbre asusta. Es triste estar en una casa ajena y no en mi propio hogar. Tengo la ilusión de que esto termine pronto. Que venga mi marido y  que volvamos a Cherniguiv, que recuperemos la ciudad, que encontremos nueva casa para vivir todos juntos como antes – con normalidad.

La fecha de la entrevista es el 22 de marzo de 2022.

Traducción: Elena Borisova 

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