Guerra. Historias de Ucrania

Los ucranianos cuentan cómo viven durante la guerra

“El odio a los rusos es enorme en todo el país, nadie los espera aquí”, Andriy Fomenko, 44 años, Sumy

por | 10 marzo 2022 | Kharkiv, Sumy

 

Illustrated by Vlad Korniuk

La última vez cuando Andriy Fomenko, de 44 años, sostenía una ametralladora fue en las clases de preparación previa al servicio militar que asistía en el colegio y ahora de nuevo la está sosteniendo defendiendo su ciudad natal de Sumy como miembro de la Defensa Territorial. La ciudad está rodeada por tropas rusas y está al borde de una catástrofe humanitaria.

Durante los últimos diez años Andriy vivió en Vietnam donde tenía un negocio de turismo. Debido a la pandemia, los ingresos cayeron casi a cero, por lo que en septiembre del año pasado regresó a Sumy. Aquí se acordó de su formación en IT, junto a su mujer creó y promocionó las páginas web. Tenían un sueño de comprar un pequeño terreno pero la guerra destruyó todos sus planes.

“En los primeros días de la guerra estábamos conmocionados y desorientados. La desinformación era aterradora. Todos escribían que Sumy y otras ciudades ucranianas ya habían sido capturadas, que la bandera rusa ya estaba izada en nuestro Ayuntamiento, que el gobierno ucraniano se había rendido y que había combates en el centro de Sumy. Escribían que las tropas rusas ya estaban en Kyiv. Había muchas noticias falsas, no sabíamos en quién confiar.” – menciona Andriy.

Al tercer día Andriy se alistó en la Defensa Territorial. “Aquí por lo menos estás haciendo algo y entiendes mejor lo que realmente está pasando”, – explica. No sirvió en el ejército por su estado de salud. 

“En la libreta militar pone que no soy apto para cumplir con el servicio militar en tiempos de paz. Tenemos mucha gente así en la Defensa Territorial (que por su salud o edad no están en condiciones de servir) e incluso hay un hombre de 61 años en nuestra unidad. Acudieron todos, desde los jóvenes de 20 años hasta los jubilados”, – cuenta Andriy.

Los más experimentados en asuntos militares patrullan la región y participan en los combates. Personas como Andriy defienden la ciudad, permanecen en los puestos de control y atrapan a los saboteadores. “Me dieron instrucciones, aprendí a armar y desarmar la ametralladora. Puedo permanecer en los puestos de control y defender la ciudad y por ahora esto es suficiente”, – dice.

El 3 de marzo, un cohete enemigo fue lanzado al cuartel donde dormía Andriy. Las ventanas se rompieron, un trozo de vidrio le hirió la ceja. Afortunadamente, nadie fue gravemente herido o muerto. Al día siguiente, en Sumy fue bombardeada una subestación: no había electricidad ni cobertura de móvil media jornada, pero luego la infraestructura fue restablecida. 

En las tiendas solo se han quedado los quesos de élite, dulces y té. La panadería local hace pan. Desde hace unos días no hay cereales, enlatados, carne, verduras, frutas, productos lácteos, todos se mantienen con sus provisiones. Es imposible traer a la ciudad alimentos y medicamentos. Hay escasez de medicamentos y largas colas en las farmacias. Según Andriy, los ciudadanos de Sumy podrán mantenerse con sus provisiones de comida una semana más y luego puede que comience una catástrofe humanitaria. El transporte público no circula en la ciudad, no hay gasolina, la mayoría de las gasolineras están cerradas, la gente se mueve por la ciudad a pie o en bicicleta y las carreteras están vacías. Las tropas rusas por ser incapaces de capturar la ciudad de Sumy aterrorizan a los ciudadanos: disparan contra las casas privadas en las afueras de la ciudad, los aviones enemigos vuelan constantemente.

El 8 de marzo organizaron el corredor humanitario seguro desde Sumy para la evacuación de los civiles: el primer convoy de civiles pudo salir de la ciudad pero el segundo fue bombardeado por las tropas rusas.

Todos esos días, la esposa de Andriy, Anna, permanecía en el sótano casi todo el tiempo, porque las sirenas no paraban de sonar en la ciudad. Andriy la veía cada tres o cuatro días cuando pedía permiso de tener unas horas libres del servicio. Al final, Andriy logró acompañar a su esposa al autobús de evacuación y así ella abandonó la ciudad asediada. Andrés se quedó.

«A pesar de todo, no me arrepiento de haber regresado a Ucrania; mi esposa tuvo que ver a sus padres ancianos», dice Andriy. – Todavía no estamos haciendo planes para el futuro, pero estoy seguro de que Ucrania ganará. Incluso si Rusia logra hacerse con algunos territorios, no los mantendrá. El odio a los rusos es enorme en todo el país, nadie los espera aquí».

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