Guerra. Historias de Ucrania

Los ucranianos cuentan cómo viven durante la guerra

”Los cadáveres permanecían en las calles durante tres días, porque no había quien los recogiera”, Stefan, 23 años, Nova Kakhovka

por | 10 marzo 2022 | Guerra. Historias de Ucrania, Nova Kakhovka

 

Illustrated by Tanya Guschina

“El equipo militar ruso lanzaba ataques sin parar, iban convoyes: tanques, sistemas múltiples de lanzamisiles. El primer día, a las 11 de la mañana vimos las noticias de que casi todas las ciudades estaban sufriendo los bombardeos, incluso Lviv. Fue un horror” – recuerda Stefan. Tiene 23 años y estudia Urbanismo en la Universidad de Wroclaw en Polonia. A principios de febrero vino de vacaciones a Nova Kakhovka, su ciudad natal. Y el 24 de febrero empezó la guerra.

La pequeña ciudad de Nova Kakhovka en el sur de Ucrania fue una de las primeras en ser capturadas ya que allí se sitúa la Central Hidroeléctrica de la cual Rusia quería restablecer el suministro de agua a Crimea. Ya al ​​mediodía del primer día del ataque, los ocupantes izaron la bandera  rusa en Nova Kakhovka.

“Mi madre me miró a los ojos y me dijo: “Ni se te ocurra salir a la calle”. Sabiendo de mi espíritu de lucha, ella pensó que iba a luchar matando a los ocupantes. Por supuesto, le prometí que no iba a salir. Me dediqué a la guerrilla.

Ahora Stefan está coordinando una sede de voluntarios que él y tres amigos de su edad establecieron el segundo día de la guerra. En la sede hay alrededor de 100 voluntarios. Entre ellos hay médicos, farmacéuticos y psicólogos. Los sacerdotes también ayudan: tienen pases emitidos por los rusos para desplazarse por la ciudad. Algunos diputados también intentaron participar: a pesar de la guerra querían aprovecharse en lo posible de la situación, comenta Stefan. Hay diferentes solicitudes: alimentos, medicamentos o hay que llevar a alguien al centro de maternidad o al pueblo vecino para la transfusión de sangre. La gente de diferentes rincones del mundo está pidiendo ayuda. Algunos ruegan visitar a una abuela que está postrada en cama abandonada por la cuidadora, otros, a la madre con la que han perdido el contacto.

Durante los 10 días de la guerra, los chicos recaudaron alrededor de 13,5 mil dólares, más de un mil dólares la sede iba gastando cada día. Sin embargo, ahora no hay donde comprar lo esencial, las farmacias están vacías, hay una gran escasez de medicamentos contra la presión arterial y antipiréticos,  en las tiendas solo quedan dulces. La ayuda humanitaria no llega a la ciudad: el ejército ruso no permite que entren coches que no tengan pases y los pases se puede obtenerlos solo en la misma ciudad. Es un círculo vicioso.

No hay posibilidad de dirigirse al hospital porque allí los rusos mantienen a sus heridos. Dice que a veces los cadáveres permanecían en las calles durante tres días porque no había nadie para recogerlos. Los ocupantes no permitían que las personas fueran enterradas en el cementerio porque su equipo militar estaba ubicado cerca; tenían miedo de que fuera fotografiado y la información fuera pasada al ejército ucraniano. Un día, los rusos atraparon a dos voluntarios y les interrogaron sobre dónde estaban ubicados sus almacenes porque también carecían de alimentos y medicinas. Los invasores están interfiriendo las comunicaciones en la ciudad. Cuando hablamos, los sonidos de las explosiones se pueden escuchar de fondo.

“¿Habéis escuchado? Algo ha explotado. – dice Stefan. – Joder, otra vez está explotando”.

Añade que aunque es de carácter pacífico, ahora se ha puesto cabreado, ha empezado a odiar a la gente que lo había causado todo.

“No es nada fácil ver que a mi madre le empieza a doler el corazón, le sube la presión arterial y faltan las medicinas. Ella tiene miedo, incluso cuando salgo para ir a la casa de al lado. No sé si tengo miedo yo. Quizás, al regresar a Wroclaw, vaya a visitar  a los psicólogos. Pero ahora solo estoy pensando en cómo resistir y vencer, cómo salvar a tantas personas como sea posible. Porque de hecho nadie más que nosotros mismos lo puede hacer. Y éstas no son unas simples palabras. Los chicos y yo entendemos que lo que estamos haciendo ahora pasará a la historia”. 

Estos días, los ciudadanos de Nova Kakhovka han asistido a una manifestación pro-ucraniana. Stefan dice que Nova Kakhovka nunca ha sido tan unida.

“Hay optimismo, hay confianza en Ucrania y en el ejército. Mi actitud hacia mi país ha cambiado mucho. Yo confiaba en nuestra gente antes, pero ahora confío en mi pueblo aún más. Estoy emocionado y orgulloso de que la gente se organice sin ninguna ayuda y vaya a los mítines. Dentro de cada uno ha surgido una fuerza enorme llamada ucraniano”.

Cuando termine la guerra, Stefan sueña con terminar sus estudios en Urbanismo y regresar a Nova Kakhovka para dedicarse a la planificación urbana, las iniciativas públicas, la inversión, desarrollar el turismo, continuar restaurando y popularizando los monumentos de la ciudad: vyshyvanky (bordados) de piedra.

“Quiero vivir tranquilo y escribir un libro sobre todo lo que he vivido, sobre la ocupación de la ciudad. No se lo deseo a nadie. Quiero paz y que Ucrania sea libre y que se desarrolle sin tener a su lado un vecino tan loco”.

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