Guerra. Historias de Ucrania

Los ucranianos cuentan cómo viven durante la guerra

«Uno abre la ventana y ve los edificios altos negros y despoblados. Y todavía hace poco Bucha era luminosa y acogedora. Es increíble…», Viktoria Kurylenko, 46 años, Bucha

por | 14 marzo 2022 | Guerra. Historias de Ucrania, Kyiv region

 

Illustrated by Nastya Kryvonosiuk

“Cuando de la tienda sacaban una carretilla con productos, la gente se precipitaba para asir algo. No quería creer que nosotros también participábamos en este espectáculo», recuerda Viktoria, 46 años, guionista en el tiempo de paz. Cuando en Ucrania comenzó la invasión rusa a plena escala, ella y sus tres niños estaban en Bucha, región de Kyiv. En pocos días, Bucha se convirtió en el escenario central de combates.

La ciudad enfrentó una catástrofe humanitaria.

La guerra vino a la región de Kyiv desde los primeros días de la invasión rusa a Ucrania a plena escala. Intentaron capturar la ciudad, hubo intensos combates, por lo que Viktoria, su esposo y sus tres hijos, Marina de 5 años, Marko de 10 años y Masha de 20 años, bajaban periódicamente al sótano.

«No estaba equipado para un refugio antiaéreo, era un lugar peligroso, muy frío y húmedo. Así que bajábamos allí solo como último recurso. Las hijas se portaban mejor, pero el hijo estaba muy asustado, constantemente insistía en bajar allí”, – recuerda Viktoria.

Unos días después, la electricidad y la calefacción fueron desconectadas. Una vez al día los vecinos se reunían en la tercera entrada cerca del generador para cargar teléfonos. En los primeros días de la guerra, se podía comprar la comida en el supermercado, después de esperar en largas colas. Pero él fue destruido por el bombardeo, y de debajo de los escombros la gente sacó todo lo que quedaba. Algunos supermercados distribuyeron productos gratuitamente.

Mientras tanto la guerra se acercaba cada vez más. Un proyectil golpeó el edificio vecino, algo explotó cerca del ferrocarril, cerca de la escuela del hijo hubo tanques mutilados y se libraron intensos combates. La familia de Viktoria no se atrevió a huir, permaneciendo en el sótano días y noches. Para aquel momento Bucha ya había sido ocupada por los rusos. Un vecino herido fue traído a la entrada. Tenía piernas heridas por disparos de un vehículo blindado ruso. Todos los habitantes se hicieron cargo del hombre y él sobrevivió.

«Ya no había electricidad; las linternas y candelas las usábamos con mucho cuidado para que nadie notara nuestra presencia. Tampoco había conexión móvil, apenas llegaba a un lugar en el balcón. «Uno abre la ventana y ve la ciudad muerta, edificios altos negros y despoblados. Y todavía hace poco Bucha era luminosa y acogedora. No podía creer en tales cambios», dice Viktoria.

Ella recuerda: estar en un sótano oscuro y húmedo es adictivo. «Caes en una especie de anabiosis. Uno se siente en una seguridad ilusoria que lee paraliza la voluntad y salir afuera le resulta cada vez más difícil”. Los amigos que habían huido de Gostómel le dieron a Viktoria inspiración para escapar. La casa de ellos fue bombardeada, por eso huyeron a Bucha con sus niños, bajo el tiroteo pasando al lado de cuerpos muertos y vehículos destruidos. Las dos familias consultaron y entendieron que había que huir, porque la situación se hacía cada vez peor. Por la mañana recogieron las cosas más necesarias en pequeñas mochilas y bajo fuego llegaron a Irpín. Allí tuvieron que caer al suelo en el parque.

«Cerca de allí hubo explosiones y ráfagas de ametralladoras, hubo un tiroteo literalmente sobre nuestras cabezas. El esposo cubrió con su cuerpo a la hija de 5 años. Cuando todo se calmó, siguieron corriendo. Tuvieron que caer unas cuantas veces más, porque se escuchaban explosiones y disparos por todos lados, llovían fragmentos de vidrios. La cabeza se reventaba de fuertes ruidos. Todo parecía una película de acción. Si alguien me hubiera dicho que participaría en algo así, no le habría creído, dice Viktoria.

Finalmente, la familia llegó corriendo a un puesto de control ucraniano y subió a un autobús de evacuación. También intentaron dispararle, pero la gente llegó ilesa a Kyiv.

«Después de que nos fuimos, una mujer dio a luz a un bebé en el sótano de nuestra casa, y la puerta de al lado fue destruida por el bombardeo. También destruyeron el gasoducto, y ahora no hay gas en Bucha eso era lo único que le quedaba a la gente para seguir viviendo de alguna manera. Todavía en nuestro edificio quedan varias familias y 20-30 jubilados”, dice Viktoria.

Ahora está en Svaliava en casa de su compañera de estudios. Planea ir a Alemania donde tiene unos amigos, pero su hijo está enfermo, por lo que Viktoria todavía no se atreve a ir. Su esposo se quedó en Kiev y se alistó en la defensa territorial. «Es científico y no tiene experiencia militar, pero es la cuestión de principio, no quiere ir a ningún lado, quiere defender la capital para que tengamos un lugar al que regresar», dice Viktoria.

Y añade: «Me duele el alma por la casa. Dejé allí toda mi vida, en particular las fotos de mis padres, que ya no están vivos. Y adelante sólo hay completa incertidumbre. Marko que tiene 10 años, dice periódicamente: «Regresemos a casa, a Bucha». Pero él mismo comprende que la familia no tiene a dónde regresar.

 

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