Alina y su hija Kamila, de seis años, son de Kharkiv y su casa está ubicada en las afueras del histórico barrio de Kholodna Gora (Montaña Fría). Cerca hay una fábrica de tanques, un potencial blanco de los bombardeos enemigos. Cuando estalló la guerra, Alina tomó una bolsa con lo esencial y se mudó con su hija a la casa de su madre en el centro de Kholodna Gora. Allí vivieron durante tres días y todas las noches bajaban al sótano.
Cuando empezó la guerra a gran escala, Alina trató de ocultarlo a su hija. Al bajar al refugio del metro, Alina le decía que era un entrenamiento previo a una caminata o una fiesta de disfraces.
«Los estallidos sonaban constantemente allí», recuerda Alina. – La última noche en Kharkiv, a las cuatro en punto, un cohete voló sobre nuestra casa. De la onda explosiva todo se estremeció. El cohete cayó a unos 500 metros de nuestro hogar, cerca de la escuela a la que planeábamos ir». Al empezar la guerra Alina estaba lista para salir inmediatamente de la ciudad con la niña, pero su madre no llegó a atreverse durante algún tiempo. Sin embargo, después de la explosión del cohete ya no hubo dudas.
Alina puso las cosas en una bolsa aún más pequeña para que fuera más fácil de llevar, y ella, su madre y su hija corrieron a la estación. Allí se les unieron la sobrina y la hermana de su madre. Al cabo de 15 minutos llegó el tren de evacuación. “Íbamos en un compartimento con 20 personas. Mi hija no pudo levantarse en todo el viaje, solo comió un yogur, ni siquiera pudimos sacar el sándwich que teníamos en la bolsa”, dice Alina. Su hermano se quedó para defender Kharkiv.
“Íbamos en un compartimento con 20 personas. Mi hija no pudo levantarse en todo el viaje, solo comió un yogur, ni siquiera pudimos sacar el sándwich que teníamos en la bolsa.”
Ahora Alina y su familia viven en Lviv en un estudio fotográfico, que ha sido acondicionado como refugio para madres con niños pequeños. Alina aún no tiene planes para el futuro. Tal vez, dice, irán a Polonia. Pero todavía tiene miedo de ir a la estación no sea que la niña muera apretujada en la multitud.
En tiempos de paz, Alina trabajaba en el mercado vendiendo formas para hornear cupcakes, cucharas, tenedores, pequeños artículos para el hogar. Tanto el trabajo como el apartamento quedaron en Kharkiv. En la ciudad no hay luz, agua, las tiendas están vacías, la comida se está acabando y la gente permanece en los sótanos o en los refugios. El mercado donde la familia iba para abastecerse de pan fue destruido ya hace tiempo, al igual que la casa del vecino, cerca de la cual su hija Camila jugaba en el arenero.
Alina llama a sus amigos y conocidos de Kharkiv. Muchos de ellos partieron a Poltava, algunos se fueron a las afueras de la ciudad y otros se quedaron. Los hijos de su amiga, de apenas seis años, ya distinguen los sonidos de los lanzacohetes múltiples «GRAD» y «TORNADO».
Los parientes, con quienes Alina salió de la ciudad le ayudan a encontrar fuerza para seguir, sin embargo, la mujer está preocupada por su hermano. También recuerda que antes de que comenzara la guerra tenía planeado ir con su hija al teatro, al circo, no tuvieron tiempo….
En Lviv lo que más le impresionó es la gran cantidad de autos que hay, ya que en Kharkiv en estado de guerra, cuando pasaba un coche, la gente enseguida se asomaba por la ventana para ver quién era.
Pronto será el cumpleaños de Camila, su regalo también quedó en Kharkiv… en casa.