Guerra. Historias de Ucrania

Los ucranianos cuentan cómo viven durante la guerra

“Estoy llena de una ira feroz contra los ocupantes” Yulia Kabanets, 24 años, Donetsk – Kiev

por | 5 marzo 2022 | Donetsk, Guerra. Historias de Ucrania, Kyiv

 

«Soy de Donetsk, así que ahora Rusia viene por segunda vez para ocupar mi casa», dice Yulia Kabanets, de 24 años, residente de Kyiv. En la capital, se desempeñó como gerente de comunicación del centro analítico «Cedos».

En 2014, Yulia se graduó de la escuela en su Donetsk natal, entonces ya ocupado por Rusia. Para aprobar el examen de graduación (exámenes para ingresar a la universidad), ella y sus padres fueron al territorio controlado por Ucrania.

«Llegamos a Lviv el 28 de junio, el Día de la Constitución de Ucrania. Había banderas ucranianas por todas partes. Hacía mucho tiempo que no veíamos algo así, teníamos muchas ganas de abrazar todas estas banderas”, recuerda Yulia. El tren en el que su familia salió de Donetsk fue uno de los últimos. Antes de empezar el otoño no pudieron regresar a casa: los combates continuaron y los puestos de control se cerraron.

El 24 de febrero de 2022, cuando Rusia lanzó una invasión a gran escala contra Ucrania, Yulia y sus amigos estaban asustados y confundidos. Debido al estrés, no podían comer, dormían por turnos: siempre había alguien de servicio para no perderse la sirena de la alarma aérea y tener tiempo para llegar al refugio antiaéreo.

“No esperaba que pasara esto, pero tampoco me asusté mucho, porque lo vi todo en 2014”, dijo.

Al día siguiente, después  terminar el toque de queda, Yulia y su amiga decidieron abandonar la ciudad para poder ayudar, hablar de lo que estaba pasando en vez de estar sentadas en un refugio antibombas. Incluso antes del comienzo de la guerra a plena escala, Yulia empacó una pequeña mochila, donde puso los documentos, un ordenador portátil, varias camisetas y suéteres. La cogió y se fue a la estación de tren. A todos se les permitió subir a los trenes de evacuación sin boletos. Debido a la multitud y el caos, las chicas no lograron coger el tren que habían planeado. Pero aun así llegaron a los padres de la amiga de Yulia, quienes viven en la región de Ternopil, en el oeste del país.

«Es un poco más tranquilo aquí», cuenta Yulia. – Esta noche las sirenas no nos despertaban, no nos escondíamos en un refugio antiaéreo. Este es un día muy feliz, les deseo a todos un día así».

Julia teme más por su familia. Por su madre, que vive en la zona cercana al frente en la región de Donetsk, cerca de Volnovakha que se ve amenazada por la crisis humanitaria. Y por aquellos que se habían quedado en los territorios ocupados. Le preocupa que Putin decida usar armas nucleares y luego todos los sueños de una Ucrania libre, hermosa y democrática sean destruidos por un hongo nuclear.

«Y yo me siento malvada como el infierno. Estoy llena de una ira feroz contra los ocupantes”.

Ahora Yulia ayuda a los defensores de Ucrania tanto cuanto sea posible, en particular, haciendo cócteles Mólotov y tejiendo redes de camuflaje. Dice que es bueno estar involucrada en la resistencia a los ocupantes y ver cuántas personas están haciendo lo mejor que pueden.

«A todos nos agrada ver muertos a soldados rusos. Y no me arrepiento de sentir alegría, – dice Julia. – Ya la sentí en 2014. Y más tarde, cuando mataron al cabecilla de la «RPD». Esta es una radicalización de la sociedad. Personas absolutamente pacíficas les desean muerte a los soldados rusos, mientras en una vida normal ellas no le desearían ningún daño a nadie».

Tan pronto como la situación sea segura, Julia planea regresar a Kyiv. También sueña con beber champán en la plaza central del Donetsk ucraniano. Esta plaza todavía lleva el nombre de Lenin, pero Julia cree que la descomunización también llegará hasta allí.

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