Guerra. Historias de Ucrania

Los ucranianos cuentan cómo viven durante la guerra

“El hijo aprendió nuevas palabras: «baj» (¡pum!) y «boyusia» (tengo miedo)», Halyna, 29, Región de Kiev

por | 4 marzo 2022 | Guerra. Historias de Ucrania, Kyiv region, Región de Kiev

 

Halyna, del pueblo de Prolisok en la región de Kyiv, pronto cumplirá 30 años. Es posible que el día de su cumpleaños, al igual que las últimas siete noches, deba pasarlo en un estacionamiento subterráneo desconocido. Allí, Halyna y su hijo Bohdan, de 3 años, se esconden para evadir las explosiones. El chico está temblando. Probablemente por la fiebre, que hay que bajar constantemente. Pero, lo más probable, por el miedo. Halyna también tiene miedo, pero no lo demuestra por el bien de su pequeño hijo.

Cuando estalló la guerra, Halyna al principio no pudo entender lo que estaba pasando. Mientras dormía, escuchó poderosas explosiones y corrió a la cocina donde estaba su esposo; él trabajó toda la noche en su ordenador portátil y se quedó dormido. Pensaron que había sucedido algo a la casa y corrieron al balcón que compartían con los vecinos. Ellos tampoco sabían qué estaba pasando.

“Y aquí comenzaron nuevas explosiones, – recuerda Halyna. – No despertamos al niño. En la cocina silenciosamente recogí documentos. La suegra llamó y dijo que desde la carretera hacia Odesa se podían ver cohetes o algo parecido. Todavía estábamos en Prolisky, porque no tenemos coche y no había forma de trasladarnos. Pero vimos a la gente con bolsas subirse a sus coches y marcharse. Antes del mediodía se oyeron un par de explosiones. A las 12, o un poco más tarde, escuchamos una explosión en Brovary y decidimos que teníamos que irnos».

Era difícil conseguir el transporte. Los taxistas no aceptaron llevarnos ni siquiera hacia la estación del metro más cercana, ni siquiera por cualquier dinero. Una hora más tarde, logramos encontrar a un chofer que nos llevó hasta el metro”.

Ahora, Halyna y su hijo, esposo y suegra viven en un estacionamiento subterráneo en un pueblo ajeno, también en la región de Kyiv. En el refugio, según cree mi interlocutora, se está más seguro. De día van a asearse y calentarse a la casa de sus conocidos ausentes. Pero es peligroso quedarse allí, porque la casa no tiene sótano.

Los primeros días en un refugio húmedo y frío, Bohdan pedía que regresaran a casa. No quería comer ni dormir. Sin embargo, en unos días comenzó a llamar a este lugar su nuevo hogar.

“El hijo aprendió nuevas palabras: «baj» (¡pum!) y «boyusia» (tengo miedo). Fue especialmente horrible anoche (el primero de marzo. – Ed.). La puerta del estacionamiento se estremecía. Es muy difícil con el niño, aunque comprende poco de lo que está pasando. No entiendo por qué tenemos todo esto”, –  suspira Halyna en el teléfono.

Bohdan se ha resfriado y tiene fiebre. Se queja del dolor de garganta. El esposo fue a la farmacia por medicinas, pasó tres horas en la cola, compró de lo que había quedado. Unas muchaachas desconocidas le ofrecieron ayuda y ropa de abrigo para su hijo.

El mayor miedo que tiene Halyna es por su hijo. Lo tranquiliza hablándole de cómo irán hacia el mar. Para distraerse, de día pasean y dan de comer a los perros de sus vecinos. Por la noche dibujan y se abrazan mucho.

Después de cada noche en el estacionamiento Halyna piensa lo mismo: «Estoy feliz de haberme despertado. Esto es lo principal. Uno mira a los vecinos en el refugio. A nadie le importa cómo te ves, cuánto dinero tienes. No nos conocíamos, y ahora todos nos hicimos parientes. La guerra nos ha unido a todos».

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